domingo, 29 de julio de 2012

Mariano Rajoy o el asesinato del discurso político.

Hace ya unos meses no sé si en estas páginas, en el Twitter, en el Facebook o en el bar pronostiqué que Mariano Rajoy iba a ser el peor Presidente de la historia de España. Es más,  dije que el balance del Gobierno entrante quizás podría ser mejor que el del saliente Zapatero pero estaba convencido de que tras su espectacular trayectoria como líder de la Oposición, Rajoy no estaría a la altura  de ningún cargo institucional que no sea presidir una Diputación provincial.

Alguno de sus adalides podría acusarme de oportunismo vil al aprovecharme de su momentanea impopularidad debida a los numerosos recortes obligados por la herencia recibida. Pero no. Mi mayor queja contra Rajoy no va contra esos recortes con los que se puede estar o no de acuerdo sino en su forma de haber gestionado su programa político antes de alcanzar el Poder y después.

Rajoy en cierta manera ha asesinado el concepto de discurso político en este país. El electoralismo siempre ha sido analizado peyorativamente en España como pura demagogia y un mal endémico de la clase política. Pero a mí me parece que cumplir de manera razonable aquello que se ha prometido forma parte del juego democrático y es vinculante aun de manera informal.

Rajoy haciendo valer una dudosa lógica epistemológica destruye el concepto de promesa y programa electoral. El afirma que todo su programa ha quedado invalidado porque las circunstancias han cambiado y entonces está legitimado a desvincularse de todo aquello que prometió. Lo cual es lo mismo que decir que ninguna cosa que diga y prometa tiene valor. En cierta manera, Rajoy reclama como suyo  aquel aforismo de Heráclito: "En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos" o el Principio de Incertidumbre. Hablando en plata, Rajoy viene a decir que va a hacer lo que le salga de los cojones y me importa una mierda lo que os haya contado para que me votéis ( O para no despertar votos contrarios)

El cinismo de esta justificación es simplemente nauseabundo. Rajoy sabía perfectamente con lo que se iba a encontrar. Bien es cierto que pudo haberse creído sus propias mentiras sobre el Hada de la Confianza pero si nos atenemos a sus declaraciones de 2010 y 2011 es patente el catastrofismo en el que abundaba su mensaje. Luego es evidente que todo su programa electoral no fue nada más que una sarta de mentiras diseñadas para no espantar a  ese votante marginal del PP que puede tener cierto criterio (El 80% de su electorado es puro hooligan) y lo que era más importante no activar un voto AntiPP de la izquierda. Misión cumplida.

¿Volverán los españoles a confiar masivamente en Rajoy y en el partido que lo ampara? En mi siguiente post analizo una de las escasas conclusiones positivas de estos infames meses.

No hay comentarios: